EDUCACIÓN BÁSICA DEL CACHORRO
Pasada la primera noche, el cachorro se habrá convertido en el centro de atención permanente de todos los habitantes de la casa. Todos esos mimos y toda esa ilusión pasarán pronto, justo cuando el cachorro deje de ser una novedad para convertirse en un miembro más de la familia y entonces empezaremos a querer que cumpla todas esas normas que la novedad le permitió saltarse.
Este cambio de situación, lo notaremos nosotros, pero no podemos esperar que un cachorrito que no ha cumplido tres meses de vida entienda su nuevo estadio social y mucho menos, que conozca sus obligaciones.
Es por eso que, en adelante, debemos intentar meternos en la piel de nuestro nuevo amigo cada vez que queramos comunicarnos con él para enseñarle o simplemente para demostrarle nuestro amor.
Al principio debemos intentar expresarle nuestras emociones de un modo mixto, es decir, un poco como lo haría su madre y un poco como lo hacemos nosotros, de éste modo, será más fácil para el cachorro identificar nuestros gestos o expresiones con su significado por medio del que ya conoce que es el significado de las expresiones de su madre.
De este modo, una caricia en la cabeza o voltearle y acariciarle la panza le muestra dominancia cordial, mientras que acariciarle el pecho o las patas es una muestra de afecto de igual a igual, y por tanto un premio. Si cuando decimos que no a algo, lo hacemos con un fuerte “NO”, acompañado de un gruñido, el cachorro tendrá claro que se trata de una regañina, mientras que si a la vez que le acariciamos el pecho le hacemos carantoñas con la voz de un modo suave o agudo, el cachorro comenzará a identificar que esos sonidos son de alegría.
Pasados unos días, o como máximo un par de semanas se podrá observar que el cachorro comprende perfectamente nuestras órdenes más sencillas sin necesidad de gruñidos.
Llegado a este punto, debemos tener en cuenta la siguiente afirmación categórica:
- UN PERRO NUNCA HACE NADA QUE SEPA CON CLARIDAD QUE VA EN CONTRA DE NUESTROS DESEOS.
Es cierto que a veces parece que nos está desobedeciendo, o que se está vengando de un castigo, o que está siendo “malo”.
Desgraciadamente, el concepto de “maldad” es inherente al ser humano, y aunque es cierto que el Bobtail es un perro aparentemente muy humano, no le podemos adjudicar el conocimiento suficiente como para discernir el Bien del Mal.
Los perros actúan por instinto, quiere esto decir, que ellos harán siempre lo que en cada momento les indiquen sus necesidades, nunca sus deseos, pues ellos no saben desear porque carecen de imaginación.
El comportamiento de un perro es el siguiente:
- Fase 1: Recepción de una sensación (oído, vista, olfato, tacto, gusto)
- Fase 2: Análisis de la sensación (de modo inconsciente)
- Fase 3: Actuación en función de la sensación con el fin de aumentarla o disminuirla
- Fase 4: Realimentación de la sensación, es decir: nueva inspección
- Fase 5: Insistencia o por el contrario, abandono de la actitud anterior en función de si se ha obtenido el resultado necesario.
La educación de un ser humano implica que éste, introduzca un análisis crítico entre la Fase 2 y la Fase 3. Es decir, en ese punto, es donde analizamos si debemos o no debemos realizar una acción. Y después decidimos si la hacemos o no.
En el caso del perro, no existe esa capacidad de análisis crítico, y tampoco la capacidad de oponerse a la conclusión obtenida en la Fase 2. Esto quiere decir que el perro hace lo que necesita según sus sentidos y las respuestas que tiene guardadas en ese manual de instrucciones al que llamamos instinto.
Cuando hablamos de educación, realmente nos referimos, a grabar o introducir una nueva respuesta refleja en el análisis de sensaciones del animal, es decir, en las primeras páginas del manual, de modo que cuando reciba una sensación, esa nueva respuesta sea contemplada.
Para poder inculcar esa nueva respuesta no sirven explicaciones, puesto que el animal ni las entiende ni las necesita. Debemos condicionarle, o lo que es lo mismo crear en su memoria la relación directa entre una acción suya y una consecuencia exterior.
A este sistema le llamamos “de refuerzo”, es decir le aplicaremos un refuerzo positivo cuando realice algo positivo, de modo que cuando tenga una sensación, y la analice, la respuesta preferente de las posibles, que será la que mayormente cubra sus necesidades, sea la que hemos buscado.
De manera exacta se actúa con el refuerzo negativo.
Como ejemplo aclaratorio, podemos estudiar dos casos que se van a dar desde el primer día en el que el cachorro llegue a casa.
El primer caso es el de hacer las necesidades en su sitio.
Supongamos que el cachorrito acaba de llegar a casa y no conoce nada. Lo posamos en el suelo e inmediatamente orina. Sería conveniente haberlo posado por primera vez en el lugar donde tiene el papel de periódico y la cuna, pero como no ha sido así, ha orinado en otro lugar.
En este momento, el cachorrito ha sentido (fase 1) la necesidad de orinar, ha buscado inconscientemente en su lista de respuestas para este caso y ha encontrado la de orinar, y ha orinado. Así de simple, y a la vez tan increíblemente complejo.
Ahora podemos tomar dos caminos, el condicionamiento negativo o el que nosotros recomendamos, que es el condicionamiento positivo.
El 1º supone reñir al animalito (nunca pegarle). Lo cogemos, mientras está orinando y le gruñimos a la vez que le gritamos un “No” rotundo. El cachorrito se asustará por el gruñido, similar a los de su madre e identificará orinar con un grito y con un gruñido, ambas cosas desagradables.
La siguiente vez que el cachorro siente ganas de orinar (fase 1), analiza la lista de posibles acciones de modo inconsciente, y encuentra que “orinar” tiene una marca que dice: “orinar supone un resultado desagradable, busca otra opción”. El cachorro aguanta las ganas de orinar hasta que el dolor o la incomodidad son más desagradables que la reprimenda, y al final orina. Si le volvemos a condicionar negativamente, la próxima vez es posible que orine a escondidas o que lo limpie con la lengua para evitar la parte desagradable de ese desahogo.
Esto ocurre, porque le hemos reforzado de modo negativo una conducta que es imprescindible (es imposible no orinar), sin darle una alternativa. Si el caso hubiese sido el de un cachorro que comiese porquerías de la calle, no habría habido problema, pues realmente querríamos que no comiera nada, y que reprimiese esa respuesta de comer todo lo que encontrase. Además, en su comedero tendría la alternativa.
Con el caso de la orina, es por tanto, más eficaz, la aplicación de un refuerzo positivo. Para ello, esperaremos a que el cachorro tenga la sensación de orinar (fase 1) y elija la respuesta de orinar inmediatamente en el mismo sitio que está (fase 2).
Justo después de que haya terminado le cogeremos, y empaparemos un papel de periódico en la orina, y los llevaremos a ambos al lugar donde tenemos colocado el papel de periódico en el que queremos que haga sus necesidades. Posaremos el papel mojado encima del otro y después posaremos al cachorro al lado. A partir de éste momento comienza el refuerzo positivo, tenemos que demostrarle que estamos contentísimos de que haya orina en ese lugar, con caricias en el pecho, con muchos gestos cordiales y con palabras como “bien” o “sí” de un modo dulce y festivo.
¿Qué está ocurriendo? Pues ocurre que el cachorro está identificando el que haya orina en ese lugar con mucha alegría, y con una situación muy agradable.
Cuando vuelva a sentir ganar de orinar, buscará en su lista de posibles acciones y encontrará:
- Opción 1: orinar en el mismo lugar donde se encuentra
- Resultado: desahogo
- Opción 2: Orinar en el papel de periódico y por lo tanto: hacer que haya orina allí.
- Resultado: desahogo, caricias y entorno festivo y agradable.
Inconscientemente (no es una decisión racional) el cachorro se dirigirá a orinar sobre el papel de periódico, pues es la opción que más necesidades le satisface, la de desahogarse, la de obtener cariño, y sobre todo la necesidad natural de agradar a sus superiores en la manada, que en éste caso son sus amos.
Tan solo hay una pequeña etapa en la que el perro joven, intenta oponerse a la voluntad de sus amos, y no con el fin de desobedecer sino con el fin de encontrar su sitio en la escala social de la manada. Eso ocurrirá en el Bobtail a los 11 o 12 meses, y su análisis merece un capítulo aparte. En ese momento, el perro busca quién es el primero del grupo que se atreve a obligarle a cumplir una orden , para así, colocarse detrás de éste en el escalafón social dejando subordinados a todos los demás.
Como éste no es el caso del cachorro, debemos ser conscientes de que lo único necesario es conseguir que el cachorro identifique en que acciones encontrará sus refuerzos positivos, y en cuales, los refuerzos negativos. Es tan sencillo como eso si somos pacientes y no nos dejamos llevar por la rabia que genera la impotencia de no ser capaces de hacernos entender, ya que entre otras cosas, esto siempre será culpa nuestra.
Si hemos entendido éste sistema, no será difícil que consigamos enseñar a nuestro cachorro todas y cada una de las normas básicas de convivencia en familia.
Orinar y defecar en su sitio:
Se trata de la primera norma de educación que todo el mundo pretende inculcar a su cachorro, y fácil de entender si tenemos en cuenta que un bobtail de tres meses es una pequeña maquina de producir excrementos. Una de las particularidades más evidentes que hemos podido observar en el metabolismo del Bobtail a lo largo de quince años, es que los bobtails, sobre todo de cachorros tienen propensión a realizar deyecciones de baja consistencia, sin que esto implique que sufran diarrea, ni ningún otro problema de salud. Puede ser una ventaja si tenemos en cuenta que éste tipo de deyecciones les resulta incomoda para ellos, por lo que muy raras veces un Bobtail adulto hace sus necesidades en un entorno cerrado, incluso si se trata de un lugar desconocido como puede ser un hotel o la casa de unos amigos.
Volviendo a la forma de conseguir evitar esto desde pequeños, aplicaremos preferiblemente el método del refuerzo positivo. Par ello, vamos a hacer algo muy similar a lo ya comentado. Esperaremos a que el cachorro haga sus deposiciones u orine. Inmediatamente después de que comience a separarse de su “obra de arte”, y cuando él todavía no se sienta del todo liberado de esa carga, le cogeremos en brazos, y con una hoja de periódico cogeremos parte de las deyecciones o de la orina. Nos acercaremos al lugar donde queremos que los haga en el futuro y colocaremos el papel manchado sobre el papel limpio que debería haber allí. Posteriormente, posaremos al cachorro cerca del papel manchado y le haremos creer que estamos contentísimos de que haya hecho ahí sus deyecciones.
Si pudiera pensar, nos miraría como si estuviésemos locos, pero él, simplemente interpretará que recibe mimos y alegría cuando ese papel está sucio.
En unas pocas repeticiones, que procuraremos que se sucedan de modo exactamente igual a la primera, el cachorro identificará la situación y comenzará a ahorrarse el paseo aéreo, haciendo sus necesidades directamente sobre el papel de periódico. Cuando esto ocurra, tenemos que demostrarle que ahora sí que somos verdaderamente felices, ya que de este modo, fijaremos la respuesta dándole a entender que esto es mucho mejor que lo anterior.
Cuando lo haya hecho varias veces en su sitio y haya recibido un fuerte refuerzo positivo será muy raro que vuelva a hacerlo en un lugar inapropiado. Puede ocurrir que se vea muy apurado y no le de tiempo a llegar o que no hayamos colocado el papel en su sitio o que el papel que hemos puesto huela a colonia, detergente u otros productos químicos. Cuando esto ocurra, debemos ser conscientes de que la culpa ha sido nuestra, por encerrarle en una habitación sin papel de periódico, por tenerle en brazos demasiado tiempo, por haber colocado un papel con olores fuertes, o cualquier otra razón. Este error, no es una recesión por parte del cachorro, solo es un error, y desde luego él no pretendía hacerlo mal. Para que no pase absolutamente nada, lo tomaremos como algo normal y con mucha calma nos dirigiremos al cachorro, y repetiremos la operación que habíamos hecho las primeras veces. Y lo haremos tantas veces como sea necesario, con paciencia y sin reñirle. El lector puede tener la tranquilidad de que funcionará.
Es posible que cuando un cachorro lo ha hecho varias veces bien, en algún momento se equivoque. Ese error no es nunca malintencionado, y nunca debemos pensar que el animalito lo ha hecho mal adrede, pues no es así. Nunca se le debe reñir, pues podéis tener la garantía de que el lo ha intentado hacer bien. Si cuando le reñís él es capaz de asociar la regañina con lo que acaba de hacer, y teniendo en cuenta cual era su intención , el cachorro pensará que lo que no debe hacer es defecar, o simplemente se hará un lío y no comprenderá porque le reñimos sin darle una alternativa de refuerzo positivo.
Esto suele ocurrir con frecuencia cuando son varios los miembros de la familia que participan de la educación del cachorro o cuando un solo miembro cambia de criterio varias veces acerca de lo que quiere. ¿Cómo vamos a explicar a un animalito de tres meses lo que queremos si ni siquiera nosotros lo sabemos?
. Esta circunstancia es perniciosa para la educación del cachorro y es la que después da lugar a perros que parecen desobedientes, o que muerden a determinados miembros de la familia. Aunque en el caso del Bobtail, es muy extraño, dado que prefiere adoptar un papel de cuidador a las órdenes de los padres que de jefe de los pequeños.