LAS LÁGRIMAS DEL SILENCIO
El mundo de los animales es un inmenso jardín de pétalos de luces y sombras en el que encontramos alegrías y desdichas capaces de impresionar al más cabal de los tiranos. De  dolor se han colmado mares con la sangre de los delfines o las crías de las focas y por amor se han movido montañas   para proteger a unos pocos elefantes. 
Sería imperdonable, por nuestra parte, que teniendo la posibilidad  de escribir públicamente  acerca de los animales, dejásemos pasar la oportunidad de disertar acerca del cómo y por qué del comportamiento del ser humano para con su entorno más inmediato.
No es necesario entrar en disquisiciones acerca del calentamiento global del planeta o  la extinción de cientos y cientos de especies animales que cumplían y ya no cumplen una función en el planeta, para poder observar las luces y las sombras de nuestra relación con los animales.
Desde la primera página de este libro se ha intentado explicar al lector la forma en la que debe cuidar a su Bobtail, y desde esa primera página se han enfocado, esos cuidados, hacia la búsqueda de la felicidad compartida.
Para alguien que ya ha tenido un compañero tan fiel, resulta sencillo entender de qué estamos hablando. El problema, es que aún hoy en día, existen demasiadas personas que desconocen esos sentimientos de bondad y ternura  que se despiertan  en las personas que comparten su vida con un animal.
Aunque los chimpancés y los delfines parecen querer intentarlo, puede que nunca lleguemos a ser capaces de establecer una verdadera comunicación con el mundo animal, en la que podamos negociar nuestras posiciones y llevar adelante nuestras relaciones, en un marco de entendimiento e igualdad de condiciones.
Lo cierto es que estamos empeñados en  descubrir si hay vida en Marte  y aun no hemos sido capaces de mirar a nuestro alrededor e intentar disfrutar de esos seres que lloran en silencio, sin poder preguntarnos el por qué de nuestro desdén hacia este mundo, que no es nuestro ni de ellos, sino de todos, y al que nosotros estamos gestionando a nuestro albedrío
Este capítulo está dirigido a quienes quieren escuchar, pues el silencio sigue un código universal en el que quienes se callan oyen  susurros y quienes atienden llegan a escuchar hablar. El mundo animal nos pregunta y nos advierte, nos anima y nos reprocha, y nosotros solo sabemos hablar, imponer, decidir, determinar...
Nosotros animamos al lector a mirar a su acuario fijamente y pararse simplemente unas horas a escuchar. Habrá quién diga que estamos locos, pero los peces también llegan a hablar. Cada aleteo, cada bocanada de agua, cada tirabuzón, todo lo que hace un animal lo hace por algo, y nosotros, si queremos someter al mundo a un  intercambio justo, a una simbiosis, tenemos la obligación moral de escuchar.
Las lágrimas del silencio son las lágrimas que derrama un Bobtail cada día, y que nos apresuramos a limpiar pensando que son simples exudaciones oculares. Son las lágrimas de la inocencia, de la impotencia, de la rabia de no entender las razones y no poder preguntarlas.
Las lágrimas del silencio son las lágrimas del mar,  enorme animal enfermo que ve como sus amos, en lugar de curarle, le siguen haciendo daño, cada día más, en lugar de “nunca más”. Son las lágrimas del viento que solloza intoxicado sin poder escapar de su encierro en esta cloaca que estamos terminando de infestar.
Las lágrimas del silencio son nuestras lágrimas compartidas, las de aquellos que hemos llegado a mirar a los ojos a nuestro perro, hemos entendido sus preguntas y no sabemos  responderlas.
Es por eso que llevamos dentro la rabia y el dolor y es por eso que algo se nos retuerce dentro, cada vez que se emite, en televisión, un espectáculo basado en la crueldad con los animales  o se busca el morbo en la recreación de un sacrificio con fines médicos. 
Todos somos conscientes de que eso ocurre, de que el ser humano, en su mayoría, no se ha parado a escuchar, y no por malvado sino por indolente, actúa de un modo cruel, sin pararse a pensar en el dolor que sienten quienes son objeto  de sus torturas.
Los amantes de los animales tenemos razón  y eso es lo que nunca debemos olvidar. La verdad no es la verdad del ser humano, pues el ser humano no está solo en el mundo. La verdad sigue el curso de la vida y no de la destrucción, pues la certeza, sólo es válida si es plural  y de nada sirve la verdad de los que oprimen si no se escucha a los oprimidos.
Cada vez que evitamos un abuso, un  acto cruel o simplemente la exacerbación de un comportamiento inhumano, estamos cooperando y demostrando que todos podemos escuchar.
Estamos cansados de ver como tantas y tantas veces se ridiculiza el amor por los animales haciendo burla de un comportamiento exageradamente cariñoso hacia nuestros perros. Estamos cansados del tono jocoso de los comentarios en la prensa acerca de las exposiciones de belleza, en los que se mofan de que unos  cuantos “fanáticos” acicalan a sus perros como si de estrellas de cine se tratasen.
¡Basta ya! Nosotros no tenemos complejos. Pobres ignorantes quienes no saben entender a los animales en el reflejo de sí mismos. Simples cobardes que tienen miedo a  lo que puedan escuchar si  se permiten el lujo de dejar de hablar, por un instante. 
La vergüenza debe ser el  flagelo de los culpables y no de quienes expresan lo que sienten, en la medida en que lo sienten y sin temor a sentirlo así.
Desde estas páginas, no cambiaremos el modo de pensar  de toda esa gente,  que no es capaz de entender cuanto amor y humanidad se puede sentir cuando se comparte la vida con un Bobtail  o cualquier otro animal. Tampoco queremos insinuar que sea mejor compartir nuestra vida con un animal que con otro ser humano, pues no es nuestra lid, la defensa de la soledad.  
Pretendemos conseguir, nada más y sobre todo, nada menos,  que el lector enarbole, con orgullo  de profeta, sus sentimientos  hacia los animales, dando, con su ejemplo, la oportunidad a nuestro futuro, de contemplar una convivencia en equilibrio, sin crueldad, sin abusos, en la que el amor al prójimo, a todo prójimo, racional o irracional, sea el nexo que garantice la supervivencia de esa cualidad  a la que no todos conocen y a la que llamamos “humanidad”.
Y de la humanidad, que dio a luz el habla, debe surgir el arte de escuchar... de escuchar, hasta que se callen,... las lágrimas del silencio. 
                                                                                   Moisés Weber Suárez